Carlos
Lledías

Experiencia en el ámbito penal, vocación por la justicia y una trayectoria construida desde la práctica, el conocimiento y la escucha activa.

Sobre mi.

Soy Carlos Lledías Lezama, abogado penalista con quince años de experiencia en el ejercicio profesional del derecho. Nací en Tehuacán, Puebla, y desde el inicio de mi carrera he tenido la oportunidad de representar tanto a víctimas como a imputados en casos complejos, lo que me ha permitido comprender a profundidad las distintas dimensiones humanas y legales de cada proceso.

Mi trayectoria se ha desarrollado desde una perspectiva técnica, pero profundamente sensible. Me especializo en juicios orales, teoría del delito, política criminal y combate a la corrupción. A lo largo de los años, he sostenido un firme compromiso con la ética, la imparcialidad y el fortalecimiento institucional del sistema penal.

Creo en una justicia cercana, clara y digna. Una justicia que escuche, que entienda el contexto, y que se ejerza con responsabilidad. Esta convicción ha guiado cada paso de mi trabajo dentro y fuera del ámbito judicial.

Licenciatura en Derecho

Trayectoria desde la base jurídica, con enfoque en la práctica penal y el análisis normativo.

Maestría y Doctorado en Der. Penal

Formación de alto nivel orientada al análisis profundo del delito, sus causas y su tratamiento legal.

Especialización Anticorrupción

Especialidad en Responsabilidades Administrativas y Sistema Nacional Anticorrupción
Dominio técnico para el fortalecimiento institucional y el combate a la impunidad.

Especialista Técnico

Experto en Sistema Penal Acusatorio, Dogmática Jurídico-Penal y Amparo Penal
Conocimiento integral que vincula la teoría con la práctica en la defensa y garantía de los derechos.

Una visión construida desde la práctica, la escucha y la convicción jurídica

A lo largo de mi experiencia en el ejercicio del derecho penal, he aprendido que el Poder Judicial no puede estar aislado de las personas. Escuchar a las partes involucradas —a víctimas, imputados, defensores y ministerios públicos— no solo es una herramienta procesal, es un acto de dignidad. La justicia comienza por reconocer la humanidad detrás de cada expediente.

Creo firmemente que quien juzga debe estar en constante evolución: técnica, ética y emocionalmente. El conocimiento jurídico no es estático. Requiere actualización permanente, compromiso con los valores constitucionales y, sobre todo, una profunda comprensión del impacto social de cada resolución.

Y, por supuesto, la función judicial debe ejercerse con independencia. La imparcialidad no es solo una exigencia legal, es una responsabilidad estructural. Para que exista verdadera autonomía, deben existir también condiciones que la protejan del ruido político, económico o mediático.

Esta visión no surgió de un escritorio, sino de los estrados, los pasillos de los juzgados y las historias reales de quienes han buscado justicia.

Preguntas frecuentes

Estas son dudas que me comparten a menudo cuando hablo con la gente.
He decidido responderlas desde mi experiencia y desde la visión que tengo de lo que debe ser un verdadero juzgador penal en México.

¿Por qué es tan difícil confiar en las decisiones de quienes imparten justicia?

Porque muchas veces esas decisiones se perciben lejanas, frías o poco comprensibles. La ciudadanía no siempre ve a los juzgadores como personas cercanas, ni siente que sus criterios estén conectados con la realidad que vive. Cuando no hay claridad, sensibilidad o rendición de cuentas, la confianza se debilita.

Desde mi experiencia, creo que eso cambia cuando el juzgador escucha activamente, explica con fundamento sus resoluciones y se mantiene accesible, sin ceder a presiones externas. La legitimidad no solo se construye con técnica jurídica, sino con cercanía, integridad y apertura.

¿Qué puede hacer un magistrado para que la justicia se sienta más humana y menos burocrática?

La justicia debe ser entendida no solo como un proceso técnico, sino como una experiencia profundamente humana. Para lograr que se sienta más cercana y menos burocrática, un magistrado debe adoptar un enfoque que escuche a todas las partes involucradas, considerando no solo los hechos, sino también las circunstancias que impactan a las personas. Es fundamental crear un ambiente de confianza, donde las personas no se sientan como números o expedientes, sino como seres humanos con derechos, expectativas y emociones.

Esto se logra mediante un modelo de «magistratura de puertas abiertas», en el que las partes puedan expresar sus alegatos, preocupaciones y perspectivas directamente ante quien emite una sentencia. De este modo, la justicia no solo se administra desde un escritorio, sino desde un lugar donde el magistrado tiene la disposición de entender el contexto completo del caso.

Además, al mantener un enfoque ético y humano, se fomenta una mayor sensibilidad frente a las realidades que atraviesan las personas que buscan justicia. Cuando los magistrados se sienten conectados con la comunidad, se fortalece la legitimidad de las resoluciones y se minimiza la sensación de distanciamiento que muchas veces genera el sistema judicial.

La justicia debe ser accesible, comprensible y, sobre todo, debe reflejar el compromiso real con el bienestar de todos los involucrados, sin perder la firmeza que garantiza el debido proceso y el respeto a la ley.

¿Por qué parece que el lenguaje jurídico aleja en lugar de acercar a la ciudadanía?

El lenguaje jurídico, tal como se utiliza en muchos casos, puede resultar inaccesible porque está lleno de tecnicismos y jerga legal que no todos comprenden. Esta complejidad crea una distancia innecesaria entre el sistema judicial y las personas que buscan justicia. Cuando las personas no entienden los procesos o las decisiones que les afectan, se sienten excluidas y desconectadas de un sistema que, en realidad, debería ser cercano y accesible para todos.

En mi visión, un sistema judicial debe ser claro y comprensible. Como magistrado, uno de mis compromisos sería transformar la forma en que nos comunicamos con la sociedad, simplificando el lenguaje sin sacrificar la precisión legal. El objetivo es que todos, sin importar su formación o contexto, puedan entender lo que sucede en sus casos. La justicia no debe ser un enigma, sino algo que todos podamos comprender y en lo que podamos confiar.

Es fundamental que, al tomar decisiones, un magistrado tenga presente la importancia de la claridad y la empatía, usando un lenguaje sencillo y directo. Esto no solo acerca la justicia a la gente, sino que también refuerza la legitimidad del sistema, porque las personas sienten que sus voces son escuchadas y sus derechos están siendo respetados.

¿Qué tan importante es que un magistrado entienda el contexto humano detrás de cada caso?

Para mí, comprender el contexto humano detrás de cada caso es fundamental. La justicia no puede ser simplemente una aplicación fría de la ley; debe ser una respuesta que considere las circunstancias personales, familiares y sociales que influyen en cada situación. Los casos judiciales afectan vidas reales: padres, hijos, víctimas y acusados, todos tienen historias y realidades que deben ser entendidas y respetadas.

Cuando un magistrado entiende estas realidades, puede emitir decisiones más equitativas, empáticas y alineadas con los principios de justicia y humanidad. No se trata de ser parcial, sino de tener la capacidad de reconocer que la ley debe ajustarse a las situaciones individuales, sin perder de vista el marco legal. La justicia que se imparte desde el entendimiento y la empatía genera mayor confianza en el sistema, porque las personas sienten que no están siendo tratadas como números o casos aislados, sino como seres humanos con derechos y dignidad.

La justicia debe ser tanto firme como comprensiva, y para eso es esencial entender las circunstancias que rodean a cada persona, porque solo así podemos garantizar que las decisiones sean verdaderamente justas.

Reflexiones jurídicas, criterio técnico y una mirada humana al derecho. Encuéntreme en Facebook, Instagram, TikTok y X como Carlos Lledías Lezama.

Carlos Lledías